Casas vemos
Ramón Zurita Sahagún lunes 24, Nov 2014De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Son muchas las ocasiones en que los Presidentes de la República mexicanos o familiares cercanos de ellos han mostrado su incesante capacidad de acaparar propiedades o de, simplemente, la ambiciosa expansión de la casa de la que salieron con rumbo a Los Pinos.
El lujo de esas nuevas propiedades o de la modernización de las ya existentes es el signo de identificación.
Desde siempre se debate lo ético, honesto y honorable que deben ser nuestros gobernantes, algunos de los cuales han sido señalados como abusivos, prepotentes y hasta deshonestos.
En este renglón, la ética parece ser una materia de poco uso por parte de muchos de estos personajes.
Varios de ellos han sido evidenciados por el afán de protagonismo de sus consortes, las que dentro de una actitud frívola e insensible invitan a revistas del corazón para que hagan público esos lujos y excesos de sus residencias.
Fue de esa manera como se conoció la residencia de Angélica Rivera, esposa del Presidente Enrique Peña Nieto y el rancho en que habita el matrimonio conformado por Vicente Fox Quesada y Marta Sahagún Jiménez.
El escándalo mediático desatado en torno a la mansión propiedad de Angélica Rivera, esposa del actual Ejecutivo federal, Enrique Peña Nieto viene a sumarse a varios de pasadas administraciones que dejan en claro que la historia se repite sexenio con sexenio, sin importar la ideología de los que despachan en Los Pinos.
Para no remontarnos tan lejos, empezaremos con el pasado Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, señalado desde su actuación como parte de la administración foxista.
Calderón fue director de Banobras y por breve tiempo secretario de Energía, antes de ser nominado candidato presidencial de su partido y fue en ese paso por la administración pública que aprovechó el cargo para adjudicarse un auto préstamo por 3. 1 millones de pesos, para la compra de una propiedad.
Se consideró poco ético que quien después fue Presidente dela República y tenía solamente dos meses como director de Banobras aprovechara dicha situación.
Después, ya como Presidente de la República, Felipe Calderón decidió ampliar su casa y prepararla para recibirlos de nueva cuenta al término de su gestión, por lo que decidió la compra de las propiedades de sus vecinos.
Vicente Fox Quesada, su antecesor en la silla presidencial fue señalado también por hacerse de valiosas propiedades y remozar el rancho en el que vive, con el auxilio de las finanzas públicas.
Al panista se le acusó de recibir como regalo de sus amigos (beneficiados por su administración) un extenso rancho conocido como “Tamarindillo” en las costas de Michoacán.
Pero no fue el único escándalo suscitado con ese tema, ya que se le señaló como parte del despojo de tierras alrededor del rancho san Cristóbal, para poderlo agrandar y de las mejoras que se le hicieron a las propiedades del ex Presidente de México.
Ernesto Zedillo Ponce de León, el último priista en gobernar antes del arribo de los panistas cambió su residencia de una casa clase mediera en San Jerónimo a una residencia en el lujoso Pedregal de San Ángel que le albergara al término de su mandato.
Su antecesor Carlos Salinas de Gortari regresó al mismo hogar del que salió con rumbo a Los Pinos, ubicado en Camino de Santa Teresa, aunque eso sí, las mejoras y la expansión de la residencia no fueron menores.
Miguel de la Madrid Hurtado hizo lo propio en la llamada casa del León Rojo, en la calle de Francisco Sosa en Coyoacán, la que extendió al terreno vecino, al tiempo de dotarla de otras comodidades de las que carecía cuando dejó ese hogar para trasladarse a Los Pinos, pero su regreso fue al mismo domicilio del que salió seis años antes.
José López Portillo fue otro de los polémicos mandatarios que provocaron escándalo en torno a las propiedades detentadas. López Portillo pasó apuros cuando se supo de una residencia en Acapulco y un racho que le fueron obsequiados en los momentos en que ejercía la Presidencia dela República, los entonces dirigentes de los petroleros Joaquín Hernández Galicia y de los trabajadores de la radio y la televisión, Rafael Camacho Guzmán.
El escándalo provocó que no aceptara el ofrecimiento del rancho, aunque la casa de Acapulco si pasó a formar parte.
Otro asunto de predios fue el regalo de la llamada Colina del Pero como se bautizó a la propiedad a la que López Portillo se cambió al término de su gestión, ubicada en Cuajimalpa. La ostentosa residencia le fue obsequiada por su amigo Carlos Hank González, ya que, según dijo el propio Hank, López Portillo carecía de un domicilio en que vivir, luego de que la separación de su esposa Carmen Romano lo privaba de la casa del Pedregal que compartían.
Sin embargo los dos casos más escandalosos de propiedad de predios datan de los tiempos de las presidencias de Manuel Ávila Camacho y Luis Echeverría Álvarez.
El primero, Ávila Camacho y su esposa Soledad Orozco se hicieron de los extensos terrenos del rancho de La Herradura, el que fraccionaron, convirtiéndolo en una de las principales zonas residenciales de la zona conurbada del Distrito Federa-Estado de México.
El otro, Echeverría Álvarez, mostró su talento como fraccionador primero en la zona de San Jerónimo y luego con destinos turísticos como Cancún y Los Cabos, donde grandes extensiones de terreno pasaron a ser de su propiedad y de su familia.
Como se advierte, la fórmula se repite cíclicamente entre nuestros gobernantes ante el pasmo de sus gobernados.